Práctica 10. La Educación en 2030. ChatGPT.

Naiara Parras de Prado

CREAR UN RELATO SOBRE LA EDUCACIÓN EN 2050 CON CHATGPT. SE CREA UN RELATO ORIGINAL Y POSTERIORMENTE SE VA MEJORANDO A TRAVÉS DE DISTINTAS PREGUNTAS Y SUGERENCIAS.

El primer prompt para elaborar un relato sobre cómo será la educación en 2050 ha sido “elabora un relato sobre cómo será la educación en el año 2050”. El resultado original ha sido el siguiente:

Título: “Aulas del Mañana: Crónicas del 2050”

En el año 2050, la educación dejó de ser un espacio físico limitado por muros y pupitres. Ahora es un universo digital, personalizado y profundamente humano. La escuela no desapareció; evolucionó.

Amanecer en Ciudad Neón. Sofía, de 14 años, se despierta cuando su asistente de aprendizaje —una IA con voz cálida y acento neutro llamada Lía— proyecta una escena de auroras boreales en el techo de su habitación. No es solo un despertador visual; es parte de su lección de ciencia del día: fenómenos atmosféricos extremos y belleza natural como herramienta de conciencia ecológica.

Mientras desayuna, sus gafas neuroópticas le muestran un resumen de su itinerario. Hoy tiene clase de Historia Interactiva, Resolución de Conflictos Globales y un bloque libre para trabajar en su proyecto de biotecnología marina. Todo es modular. Nada es impuesto.

Sofía no asiste a una escuela tradicional. Forma parte de la Red Global de Aprendizaje Holístico, una plataforma descentralizada que combina realidades virtuales, clases presenciales en centros colaborativos y mentorías uno a uno con personas expertas alrededor del mundo. Sus compañeros son jóvenes de países tan distantes como Finlandia, Ghana o Chile. Se conectan a través de entornos inmersivos en los que pueden recrear épocas pasadas, diseñar ciudades del futuro o resolver conflictos diplomáticos simulados con una fidelidad abrumadora.

Las materias son ahora "experiencias". La Historia se vive: en su clase de hoy, Sofía camina por una reconstrucción multisensorial de la antigua Alejandría, escuchando debates entre filósofos y navegando por textos originales traducidos en tiempo real por su IA asistente. En lugar de memorizar fechas, cuestiona causas y consecuencias, entrena pensamiento crítico, y debate con estudiantes de todo el mundo en un foro que trasciende fronteras.

Las evaluaciones ya no son exámenes. Son desafíos reales: diseñar soluciones, construir prototipos, generar impacto. La inteligencia artificial evalúa en tiempo real el progreso cognitivo y emocional del estudiante, proponiendo nuevas rutas de aprendizaje según sus talentos, motivaciones y estados de ánimo. Pero el factor humano sigue siendo clave: cada alumno tiene una mentora humana —no una profesora tradicional— que los guía como una mezcla de psicóloga, filósofa y coach.

Las escuelas físicas existen, pero son centros de conexión humana y comunitaria. Espacios verdes, talleres de arte, laboratorios de emociones, salas de meditación, zonas de juego libre. Nadie se sienta en filas; se sientan en círculo, o de pie, o caminando. No hay timbres, sino ritmos. La jornada es flexible, adaptada al ritmo biológico de cada persona.

En este mundo, aprender es inseparable de ser. La educación en 2050 no solo enseña contenidos, sino conciencia, empatía y propósito. No se trata de preparar robots para la industria, sino de formar humanos completos para un planeta que necesita colaboración, sostenibilidad y alma.

Esa noche, Sofía escribe en su diario virtual:
"Hoy entendí por qué aprender ya no es una obligación, sino un derecho hermoso. Me sentí parte del mundo y no solo del sistema. Mañana viajaremos al año 2120. No sé qué esperar, pero sí sé que quiero estar lista para imaginarlo."

Y con esa idea en la mente, se duerme. Mañana será otro viaje.

 

El resultado parece una descripción y una reflexión más que un relato. Así que el siguiente prompt fue: “¿podrías hacer que el relato se centrara más en la experiencia en primera persona de la protagonista llamada Sofía?”, para que el relato estuviera narrado en primera persona y fuera más cercano y narrativo.

Después, el prompt ha sido “en el relato debes tener en cuenta los riesgos y las ventajas del uso de la IA en la educación”, puesto que ChatGPT únicamente comentaba las ventajas de la IA, como viajes al pasado simulados para aprender historia y simular fenómenos atmosféricos para geografía, e ignoraba los riesgos que esta puede tener en el futuro.

El resultado parece más una reflexión que un relato, así que le pedimos el siguiente prompt: "¿podrías incluir, en lugar de una reflexión sobre las ventajas y riesgos de la IA, una escena de conflicto o dilema relacionado con la IA?".

El resultado que nos daba incluía comentarios sobre cómo la IA medirá el rendimiento de las personas con porcentajes, así que otro prompt ha sido “en el relato incluye las consecuencias que tendrá el utilitarismo imperante en la sociedad en la educación del año 2050”. 

El resultado se acercaba, una vez más, a la reflexión que al relato, así que le he escrito el promtp: "incluye las consecuencias del utilitarismo en forma de escena o dilema, no en forma de reflexión directa". 

Por último, le he pedido a ChatGPT el prompt: “añade un tono más literario, con descripciones cuidadas, un ritmo pausado y recursos literarios”. El resultado final es este:

Clase de Música

A las ocho en punto, Lía me guía hacia el aula sensorial 3B. Aunque no hay paredes ni pupitres, ni un aula como tal; sólo un espacio difuso donde cada estudiante está donde quiere, conectado a través de la pantalla. Yo estoy en casa, con las gafas neuroópticas ajustadas al máximo y la pulsera háptica ceñida a la muñeca, que pulsa con un leve cosquilleo a cada estímulo.

—Bienvenida, Sofía —saluda la profesora con voz cálida y firme—. Clase de Expresión Creativa: módulo Música Aplicada.

De pronto, el mundo a mi alrededor se transforma. Me siento suspendida en una sala de conciertos transparente, como un globo de cristal a punto de estallar, flotando sobre un océano digital que se ondula y responde al más mínimo susurro sonoro. Cada ola vibra al ritmo de las notas que reverberan en el espacio. Es un paisaje etéreo, casi irreal, donde la música y el tiempo se entrelazan.

La señora Vega, con la serenidad que sólo da la experiencia, nos lanza la consigna:
—Hoy no compondréis para un cliente, ni optimizaréis las métricas de respuesta cerebral. Quiero que creéis algo que os hable a vosotros mismos, sin filtros ni objetivos.

Un murmullo digital recorre el aula virtual. Algunos se desconectan sin decir adiós, otros activan los algoritmos de composición automática, buscando la perfección artificial.

Yo cierro los ojos, respiro hondo y me dejo llevar por ese silencio lleno de posibilidades. Nace entonces una melodía simple, una voz tímida que se asoma al viento, temblorosa pero sincera. La escucho vibrar dentro de mí, una canción imperfecta que no busca la aprobación, sino la verdad.

Cuando entrego la pieza, el sistema se encarga de analizarla. A los pocos segundos, un aviso frío y mecánico aparece en la pantalla:
“Nivel de impacto neuroafectivo: bajo. No cumple los parámetros de estimulación recomendados. Se sugiere revisión.”

No me sorprende. Pero entonces llega una notificación directa desde coordinación académica:
“Tu decisión de conservar esta versión sin optimización automática ha sido registrada. Podría afectar tu índice de rendimiento expresivo, y con ello el acceso a módulos creativos avanzados.”

—¿En serio? —susurro, desconcertada.

Levanto la mano digital y la profesora Vega activa mi canal de voz.
—Profesora, ¿esto es verdad? ¿Me penalizan por no usar la herramienta de mejora automática?

Ella asiente con tristeza, esa tristeza que conocen los que están atrapados en sistemas que no controlan.
—El sistema entiende que la creatividad sin función clara no contribuye al desarrollo profesional. Lo he discutido muchas veces, pero no depende de mí.

En el chat, las voces de mis compañeros se deslizan como ecos:
“Usa el generador, Sofía, suena mejor y te sube la nota.”
“No pierdas el acceso al módulo audiovisual, es fantástico.”

Cierro el canal y dejo que mi melodía flote en el aire virtual. No es perfecta ni poderosa. Es débil, pequeña, pero es mía. Y en este mundo donde todo se mide, lo que es propio empieza a desaparecer.

Esa noche, Lía me recomienda reforzar mis habilidades creativas con modelos preentrenados. “Así serás más competitiva en las industrias culturales emergentes”, dice con convicción.

Pero apago todo. Me acerco al piano real de mi abuela, un instrumento antiguo, gastado por el tiempo, con teclas que no suenan siempre igual. Toco la melodía que compuse hoy, sin filtros, sin mejoras automáticas. Y aunque nadie pueda medirlo, siento algo profundo que ningún algoritmo podrá registrar.

Quizá, pienso, lo más importante no es lo que suena… sino que salga de dentro, sin que nadie lo mida.


PREGUNTAS DE REFLEXIÓN FINAL

A. ¿Conoces la herramientas de ChatGPT? ¿Qué opinas del uso de la IA en Educación? Pregunta absurda... pero es la que planteamos en enero de 2023... 

Sí, ya conocía la herramienta de ChatGPT, puesto que es una herramienta que se ha popularizado mucho en los últimos años y en #INVTICUA25 hemos reflexionado mucho sobre su uso. Considero que su uso en Educación debe limitarse al de asistente, puesto que puede ayudar a mejorar la redacción o a corregir errores gramaticales u ortográficos o puede ser útil para generar imágenes a partir de un poema. Sin embargo, se debe evitar que la IA sustituya la creatividad del alumnado a la hora de realizar los trabajos o que sea la propia IA generativa la que realiza los trabajos del alumnado.

B. ¿Ha sido difícil su uso? Comenta si te ha ayudado o te ha dificultado el trabajo.

El uso no es difícil, pero es cierto que los prompts deben ser específicos y concisos. 

C. El relato que has obtenido ¿es similar al que tú hubieras escrito?

Yo hubiera elaborado un relato un poco más distópico, pero considero que su relato está bastante bien y cumple con los requisitos que se le han pedido. 


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